Andreiev, Leónidas. Los espectros. Espasa-Calpe Argentina. Buenos Aires, 1952.
Leónidas Andreiev (Oriol, 1871- Kuokkala, 1919). Narrador y dramaturgo ruso contemporáneo. Se licenció en Derecho por la Universidad de Moscú en el año 1897, aunque ejerció de letrado durante escaso tiempo. Su dedicación a la literatura fue a tiempo completo desconociéndose otros quehaceres para ganarse el sustento. No obstante, está demostrada su involucración en los acontecimientos de la “Revolución de 1905”, que llevó al establecimiento de una Monarquía constitucional en Rusia. Participó como alentador ideológico, al menos en su momento inicial, ya que pronto se desvinculó del mismo, desilusionándose tras los excesos cometidos por los bolcheviques.
Tanto su prosa como sus obras de teatro se adscribieron al movimiento más
transgresivo de su tiempo: el Expresionismo. Abarcando todo el campo de las
Artes, el principio de la nueva corriente se fundamentaba en la búsqueda y
descripción de los sentimientos del Ser Humano.
Predominan en la obra de Andreiev, personajes con una carga existencial
compleja cómo ladrones, dementes, prostitutas y psicópatas; que se adecuan
excelentemente a los propósitos del autor: ver y explicar el mundo a través de
sus ojos.
Aunque resulte paradójico, en su escritura influyeron también las grandes
firmas del realismo ruso[1],
autores como Chejov, Dostoievski y Tolstoi.
Sus relatos más célebres fueron Había
una vez (1901), La risa roja (1905)
y Los siete ahorcados (1908). Aunque
le procuraron fama por todo el país, el
gran salto lo dio a partir de 1914, cuando sus trabajos dirigidos al escenario
traspasaron fronteras: La vida
del Hombre (1908) o El que recibe las
bofetadas (1914).
Bajo el título de Los espectros,
se haya una muestra del más genuino Andreiev, cuatro relatos y dos dramas, uno
trágico y otro satírico, que transportan al lector a la conciencia de diferentes
hombres y mujeres que habitaron en muy diversos lugares y momentos.
Los espectros: dónde se retrata la visión del mundo que poseen varios pacientes
de un sanatorio situado en un remoto confín de Rusia.
El honor: drama pasional que tiene lugar por el obcecado orgullo
de un Conde, que se toma las acciones de su Rey como afrentas personales.
Cristianas: una prostituta se confiesa atea ante la incredulidad
del Tribunal que le está tomando declaración, sumiéndoles en un estado de
perplejidad e ira, pues no consiguen que esta recupere su fe en Dios.
Ben Tovit: en el día de la Crucifixión de Cristo, a un judío sólo
le preocupa su dolor de muelas.
Un hombre original: embriagado por el alcohol, un empleado se jacta ante
sus colegas de su preferencia por las mujeres de color. Broma que se convertirá
en una verdad fingida que deberá de asumir delante de su jefe y resto de
paisanos porque ello le perpetúa alabanzas y promoción social. Incapaz de retractarse, su fingimiento
le aboca a la perdición.
No hay perdón: La obsesión de un profesor ruso por conocer cuáles son
las ocupaciones extraescolares de una de sus discípulas, de quién sospecha que
es revolucionaria, le lleva a un proceso autodestructivo dónde asume el papel
de espía; perdiendo con ello su verdadera identidad.
Las bellas sabinas: episodio mítico de la Historia de Roma conocido como “El Rapto de las Sabinas”, dónde Andreiev ironiza sobre el comportamiento moderado de
los sabinos, que pretenden recuperar con el derecho lo que han perdido mediante
el uso de las armas.
[1]
Con principio radicalmente opuestos, el Realismo pretende reflejar lo más fiel y detalladamente posible la
realidad, lo natural. El peso de esta corriente literaria fue enorme en la Rusia de finales
del XIX y principios del XX.
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