Claudio Eliano (Praeneste, circa 175- Roma 235 dC). Sofista e
historiador romano que vivió en pleno apogeo del Imperio, durante la dinastía
de los Severos. Se desconocen las principales peripecias vitales de Eliano, ya
que buena parte de sus obras se han perdido y son mencionadas tan sólo por
cuenta de terceros. De la época del escritor se puede destacar la gran turbación religiosa que azotó el Imperio, cuando los cultos orientales, entre ellos el Cristianismo, venían ganando
terreno a las grandes religiones politeístas. Sustituidos los viejos Dioses
Olímpicos por el culto al Emperador, el ateísmo se extendió sobre todo entre
las filas de éstos últimos, siendo los retóricos los principales propagadores
de ésta doctrina. Entre las pocas obras que desafiaron el paso de los siglos se hallan Historia
de los animales e Historias curiosas.
Ésta última pertenece al llamado
género de la miscelánea histórica, término que hoy en día sugiere poco rigor
histórico y no despierta grandes pasiones. Durante la vida de Claudio Eliano
sin embargo, sus connotaciones eran bien distintas, pues supuso el sumun del refinamiento cultural.
Aunque surgidos en una
época remota, esta categoría literaria[1] experimentó un fuerte
impulso gracias al Segundo Sofismo, movimiento intelectual cuya intencionalidad
era recuperar el mundo de los retóricos clásicos.
Según Cortés Capete, cuatro
fueron las finalidades de éste tipo de obras:
-Ensalzar la identidad política
griega; sobre todo en las zonas orientales del Imperio y de la mano de aquél
pueblo que sintiéndose superior al conquistador, se veía frustrado ante su
dominación[2].
-Conocer el pasado
histórico de la Hélade con mayor minuciosidad.
-Recuperar el lenguaje ático
del siglo V aC, que fuera el vehicular del Siglo de Oro ateniense. Pomposo,
artificial y desconocido para la mayoría de la población, quedaba por lo tanto
restringido para un público muy selecto, personas con un alto nivel de
instrucción: filósofos, oradores y frecuentemente distinguidos funcionarios del
Estado. La plebe era incapaz de entender cualquiera de los renglones de éste
tipo de libros.
-Y por último, el didáctico-retórico
del mismo[3]. El de servir como un
ejercicio previo al discurso. Los sofistas lo memorizaban durante sus largas erudiciones,
de manera que la vida de los hombres que en ellos se narra, les sirviera a
posteriori en su discurso para argumentar lo propio y refutar lo ajeno.
Los personajes que
aparecen en Historias curiosas son
los grandes hombres de la Antigüedad: políticos, tiranos, militares y
filósofos griegos. Pero también
hay lugar para detallar los usos y las costumbres de otros pueblos circundantes del
Mediterráneo, tales como los egipcios, los medo-persas o los escitas. Un objeto
ulterior de sus comentarios, lo forman las bestias, de las que detalla una conducta
que hoy suena a delirium tremens,
pero que en la época se tomaban por datos verídicos.
A continuación una breve
muestra de los episodios del libro. En el primero y atendiendo a la actualidad
política, se constata, como la corrupción de los gobernantes está bien
enraizada en nuestra historia y condición humana:
Lib. X. 17. Critias afirma que Temístocles, el hijo de Neocles, antes de empezar su
actividad política, poseía como patrimonio tres talentos. Pero cuando, tras
haber estado al frente de los asuntos públicos, marchó al exilio y sus propiedades
fueron confiscadas, se descubrió que tenía un patrimonio superior a cien
talentos. De la misma manera Cleón, antes de dedicarse a la política, no tenía
ninguna propiedad libre de hipoteca, pero después dejó un patrimonio de
cincuenta talentos.
El segundo es una
pequeña lección atribuida a Aristóteles para su discípulo Alejandro[4]; que servirá para
ejemplificar como los sofistas incorporaban
éstos relatos en sus alegatos cuando les era oportuno, cuál parábolas en el
Nuevo Testamento.
Lib.XII. 54. Aristóteles, con la intención de calmar al irascible Alejandro y de
poner fin al enojo que contra todos mostraba, así lo escribió: “La cólera y la
ira no deben dirigirse contra los inferiores sino contra los superiores; y no hay
nadie que se te pueda comparar”. Aristóteles se convirtió en el socorro de
muchos al dar a Alejandro los consejos necesarios. Y entre otras cosas también
consiguió que reconstruyera su patria, que Filipo había destruido.
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