El poder abasí llegó a su apogeo. Harún (Aaron el Justo, Califa de Bagdad en el 786 dC.) atacó repetidamente Asia Menor, pero siempre, al parecer, en respuesta de alguna agresión del Imperio Bizantino. Después de una de éstas agresiones, Harún escribió una famosa y breve réplica al emperador bizantino: “He recibido tu carta hijo de un infiel, y no oirás mi respuesta, la verás”. (El Cercano Oriente, Isaac Asimov).


jueves, diciembre 27, 2012

Madame Mao



Min, Ancheé. Madame Mao. Grijalbo Mondadori. Barcelona, 2.000. 

 

Ancheé Min nació en 1957 en la provincia de Shangai, dónde se educó bajo el  riguroso yugo del maoísmo: siendo destacada líder de los Pequeños Guardias Rojos durante su infancia e internada a los 17 años en un campo de reeducación como recolectora de algodón. Ya convertida en mujer, fue escogida para interpretar el papel de Madame Mao en una de las muchas obras dramáticas orientadas al adoctrinamiento político de la población; actuación que no ejecutaría por la caída en desgracia del personaje. En 1984 tuvo que huir a los Estados Unidos para salvar el pellejo ante las incesantes purgas cuyo objetivo eran los colaboradores de la Banda de los Cuatro. En el país de acogida y hasta nuestros días se dedica a la vida literaria, publicando diversos títulos sobre la historia reciente de su patria: La ciudad prohibida, La última emperatriz, Azalea roja y La perla de China.


La obra es una biografía novelada y redentora de la que fuera cuarta esposa del líder comunista chino Mao Zedong. 

Madame Mao es sólo un alías bajo el cual se esconden Yunhe, Lang Ging o la camarada Jiang Qing, nombres por los que fue conocido el personaje durante los diversos momentos de su vida; y que sirven a Ancheé Min para estructurar su narración. Recoge momentos vitales como su trágica infancia, marcada por el abandono materno; la efímera pero exitosa carrera sobre los escenarios, en su papel de Nora de la Casa de Muñecas de Ibsen; y su forja cómo  activista roja en los campamentos de entrenamiento de Yenan, donde conoció a Mao, hombre que la embelesó para el resto de sus días.

Historiográficamente, lo más interesante radica precisamente en la recreación de aquellos días[1] en los que la protagonista fue cónyuge del “Sol Rojo y salvador del Pueblo”. Junto a él, vive la efervescencia de El Gran Salto hacía delante (1958-60) y la Revolución Cultural (1961-69); procesos que se cobrarían hasta 70 millones de muertos y en los que tanto el otro compartieron responsabilidad.

La motivación de la escritora reside precisamente en exonerar de culpabilidad a Jiang Qing de los crímenes cometidos contra la Humanidad; caracterizándola de ser una mera instrumentalización de Mao; por quién sentía una adoración mística e inquebrantable. Según la escritora, fue el amor hacía su marido, pese a sus reiterados engaños y vejaciones, lo que le impidió comprender los males que estaba causando, desatendiendo sin miramientos los ahogados gritos de clemencia de sus víctimas.


[1] Si bien novelescos, fruto del testimonio directo y de una exhaustiva investigación de documentación.

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