El poder abasí llegó a su apogeo. Harún (Aaron el Justo, Califa de Bagdad en el 786 dC.) atacó repetidamente Asia Menor, pero siempre, al parecer, en respuesta de alguna agresión del Imperio Bizantino. Después de una de éstas agresiones, Harún escribió una famosa y breve réplica al emperador bizantino: “He recibido tu carta hijo de un infiel, y no oirás mi respuesta, la verás”. (El Cercano Oriente, Isaac Asimov).


lunes, octubre 22, 2012

El Arte de la Guerra


Sun Tzu. El Arte de la Guerra. Ediciones Brontes. Barcelona, 2009.

La enigmática figura de Sun Tzu oscila entre las brumas de la leyenda y las páginas de la Historia. Para unos, su nombre responde a la herencia de un saber bélico y ancestral cuyas primeras manifestaciones se remontan hacia la mitad del III milenio aC[1].  Otros, lo consideran  un personaje de carne y hueso que vivió en algún momento del siglo VI aC, un período dónde China fue sumida en la oscuridad. Hasta ocho grandes reinos litigaban en aquél tiempo por imponer su férula, dejando el gobierno de la nación en manos de la anarquía y el fuego. Un período difícil para los  labriegos, pero apropiado para los soldados con brazo firme. Originario de la región de Ch´í, Sun Tzu se labró gran fama como general. Admirado y temido por sus correligionarios, los grandes señores pugnaron también por hacerse con sus servicios[2].

Siendo el más viejo tratado castrense, el Arte de la Guerra posee todavía para millones de lectores de todo el mundo el interés que suscitan las grandes obras de la Literatura Universal. Tanto por su valor histórico, como testimonio de una época compleja, cómo por la precisión del contenido, el cuál es todavía a día de hoy, de fundamental consulta en las academias de oficiales.

Los principios  de Sunt Tzu permanecen sólidos e inalterables al paso del tiempo. Pues con su lectura, adivinamos las grandes hazañas bélicas que habrían de sucederse siglos después. Lo que tuvo que sufrir Alejandro de Macedonia para mantener elevada la moral de sus hombres; qué motivó a Hernán Cortés a quemar sus naves e incluso por qué triunfó Napoleón en Austerlitz. Ninguno de éstos grandes conquistadores leyó jamás a Sun Tzu, pero el general chino se adelantó a todos ellos, pues descifró las esencias mismas de la guerra. Aquí reside la fuerza de éste gran libro, cuyo mensaje glosa lacónicamente el propio general: “Conócete a ti mismo, conoce a tu enemigo, conoce el terreno y el clima y en cien batallas nunca serás derrotado”.

El libro está narrado en primera persona, sin embargo hay pasajes dónde otros autores de siglos posteriores añadieron comentarios para tratar de explicar el contenido de las palabras del general

El Arte de la Guerra, lo compone un total de 13 disciplinas, a saber:

Estimaciones: dónde se exponen cuáles son los factores fundamentales de la guerra (moral, clima, terreno, mando y doctrina)  y se discute la importancia de la “situación favorable”.

Conducción de la guerra: reflexión sobre las consecuencias nefastas que trae la guerra al país: la muerte y ruina económica. La guerra, concluye, debe imponerse a costa del enemigo.

 La estrategia ofensiva: bajo la asunción de qué la mayor victoria es aquella que no se libra; el autor insiste en la necesidad y el modo de adelantarse al enemigo; enumerando bajo qué condiciones hay que combatir y cuando no hay que hacerlo.

Disposiciones: “La victoria no reside en la debilidad del enemigo, sino en la invencibilidad de uno mismo”. El general chino describe los elementos resuelven la batalla, a saber: la medición del espacio, la estimación de cantidades, los cálculos, la comparación y la posibilidad real de victoria.


Energía: la organización determina la aparición de una situación favorable. Para ello hay que combinar sabiamente la fuerza normal y la extraordinaria. Con éstos términos alude a la clase y categoría de la tropa.

Puntos débiles y puntos fuertes: ó la manera de debilitar al enemigo (atrayéndoselo hacía un terreno propicio, concentrando las fuerzas sobre él, hostigándole, privándole de recursos, etc.).

Maniobras: detalle minucioso de los movimientos marciales más letales en el ejercicio de la guerra.

Las nueves variables: preponderancia de la autoridad del General durante la Guerra, cuyo poder debe de sobrepasar incluso al de los soberanos: “…es el Ministro de la Muerte, no depende ante nadie en el Cielo ni bajo él…”. Enumera además las cualidades que precipitan la ruina de los generales.

Marchas: capítulo sobre el conveniente paso de la tropa según la naturaleza del terreno y los accidentes geográficos que se hallan en el camino; además, se señalan cuáles son los indicios que revelan la presencia del rival.

Terreno: donde se caracteriza la naturaleza de cada terreno, a saber: accesible, desfavorable, distante, capciso y accidentado; y de cómo éstos determinan la batalla.

Las nueve variables del terreno: describe las diferentes tipologías de territorios según el mapa político y geográfico de cada momento (de dispersión, fronterizo, decisivo, convergente, hostil, difícil, cerrado y mortal). Insiste en la necesidad de ponderar los tres fundamentos que determinan el éxito sobre cada terreno: el comportamiento humano, las modificaciones tácticas y las ventajas de formación compacta o diversa.

El ataque con fuego: napalm de la época, el autor relata cuáles son los objetivos propicios del armamento ígneo, en qué momento es aconsejable su uso y como se deben de arrojar.

El uso de agentes secretos: última pero crucial disciplina que compone el Arte de la Guerra,  el autor describe la variada naturaleza de espías: indígenas, de carácter interior, doble, desechable y flotante. Cada uno posee sus propias ventajas y cualidades.



[1] Cuando Huangdi, el Emperador Amarillo, cimentó las bases de su gobierno con la creación del primer Estado de etnia han.
[2] Según la tradición, acabó encumbrado a General del poderoso Ejército del Señor de Wú, quién le atribuyó la tarea de someter a los reinos rivales.


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