Sun Tzu. El Arte de la Guerra. Ediciones Brontes. Barcelona, 2009.
La enigmática figura de Sun Tzu
oscila entre las brumas de la leyenda y las páginas de la Historia. Para
unos, su nombre responde a la herencia de un saber bélico y
ancestral cuyas primeras manifestaciones se remontan hacia la mitad
del III milenio aC[1].
Otros, lo consideran un personaje
de carne y hueso que vivió en algún momento del siglo VI aC, un período dónde China
fue sumida en la oscuridad. Hasta ocho
grandes reinos litigaban en aquél tiempo por imponer su férula, dejando
el gobierno de la nación en manos de la anarquía y el fuego. Un período
difícil para los labriegos, pero apropiado para los soldados con brazo
firme. Originario de la región de Ch´í, Sun Tzu se labró gran fama como general. Admirado y temido por sus correligionarios, los grandes
señores pugnaron también por hacerse con sus servicios[2].
Siendo el más viejo tratado castrense,
el Arte de la Guerra posee todavía para millones de lectores de todo el
mundo el interés que suscitan las grandes obras de la Literatura Universal. Tanto
por su valor histórico, como testimonio de una época compleja, cómo por la
precisión del contenido, el cuál es todavía a día de hoy, de fundamental
consulta en las academias de oficiales.
Los principios de Sunt Tzu permanecen sólidos e inalterables
al paso del tiempo. Pues con su lectura, adivinamos las grandes hazañas bélicas
que habrían de sucederse siglos después. Lo que tuvo que sufrir Alejandro de
Macedonia para mantener elevada la moral de sus hombres; qué motivó a Hernán
Cortés a quemar sus naves e incluso por qué triunfó Napoleón en
Austerlitz. Ninguno de éstos grandes conquistadores leyó jamás a Sun Tzu,
pero el general chino se adelantó a todos ellos, pues descifró las esencias
mismas de la guerra. Aquí reside la fuerza de éste gran libro, cuyo mensaje glosa
lacónicamente el propio general: “Conócete
a ti mismo, conoce a tu enemigo, conoce el terreno y el clima y en cien
batallas nunca serás derrotado”.
El libro está narrado en primera
persona, sin embargo hay pasajes dónde otros autores de siglos posteriores
añadieron comentarios para tratar de explicar el contenido de las palabras del
general
El Arte de la Guerra, lo compone un total de 13 disciplinas, a saber:
Estimaciones: dónde se exponen cuáles son los
factores fundamentales de la guerra (moral, clima, terreno, mando y doctrina) y se discute la importancia de la “situación favorable”.
Conducción de la guerra: reflexión
sobre las consecuencias nefastas que trae la guerra al país: la muerte y ruina
económica. La guerra, concluye, debe imponerse a costa del enemigo.
La estrategia
ofensiva: bajo la asunción de qué la mayor victoria es aquella que no se libra; el
autor insiste en la necesidad y el modo de adelantarse al enemigo; enumerando
bajo qué condiciones hay que combatir y cuando no hay que hacerlo.
Disposiciones: “La victoria no reside en la debilidad del enemigo, sino en la
invencibilidad de uno mismo”. El general chino describe los elementos resuelven
la batalla, a saber: la medición del espacio, la estimación de cantidades, los
cálculos, la comparación y la posibilidad real de victoria.
Energía: la organización determina la
aparición de una situación favorable. Para ello hay que combinar sabiamente la
fuerza normal y la extraordinaria. Con éstos términos alude a la clase y
categoría de la tropa.
Puntos débiles y puntos fuertes: ó la manera
de debilitar al enemigo (atrayéndoselo hacía un terreno propicio, concentrando
las fuerzas sobre él, hostigándole, privándole de recursos, etc.).
Maniobras: detalle minucioso de los
movimientos marciales más letales en el ejercicio de la guerra.
Las nueves variables: preponderancia
de la autoridad del General durante la Guerra, cuyo poder debe de sobrepasar
incluso al de los soberanos: “…es el Ministro
de la Muerte, no depende ante nadie en el Cielo ni bajo él…”. Enumera además
las cualidades que precipitan la ruina de los generales.
Marchas: capítulo sobre el conveniente
paso de la tropa según la naturaleza del terreno y los accidentes geográficos
que se hallan en el camino; además, se señalan cuáles son los indicios que
revelan la presencia del rival.
Terreno: donde se caracteriza la
naturaleza de cada terreno, a saber: accesible, desfavorable, distante, capciso
y accidentado; y de cómo éstos determinan la batalla.
Las nueve variables del terreno: describe las
diferentes tipologías de territorios según el mapa político y geográfico de
cada momento (de dispersión, fronterizo, decisivo, convergente, hostil,
difícil, cerrado y mortal). Insiste en la necesidad de ponderar los tres
fundamentos que determinan el éxito sobre cada terreno: el comportamiento
humano, las modificaciones tácticas y las ventajas de formación compacta o
diversa.
El ataque con fuego: napalm de la
época, el autor relata cuáles son los objetivos propicios del armamento ígneo,
en qué momento es aconsejable su uso y como se deben de arrojar.
El uso de agentes secretos: última pero
crucial disciplina que compone el Arte de la Guerra, el autor describe la
variada naturaleza de espías: indígenas, de carácter interior, doble,
desechable y flotante. Cada uno posee sus propias ventajas y cualidades.
[1] Cuando
Huangdi, el Emperador Amarillo, cimentó las bases
de su gobierno con la creación del primer Estado de etnia han.
[2] Según la tradición, acabó encumbrado a General del
poderoso Ejército del Señor de Wú, quién le atribuyó la tarea de someter a los
reinos rivales.
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